Perpetua en Eribea (22)

Entendemos su estado actual, señor Clement, dice el lobo. Le explicaríamos todo de contar con más tiempo. Más allá de su probada culpabilidad, en Oktubre creemos que esa explicación es su derecho. Pero en este momento los técnicos en seguridad informática del WDLM están desarrollando a toda máquina el Paladión 15.0. Pronto estará operativo, así que no sabemos con seguridad si tendremos otra oportunidad para volver a entrar en un epitafio virtual. Nos llevó años llegar hasta aquí. Toda nuestra guerrilla anterior —interceptar la transmisión global de epitafios consumados para intercalar en ellos mensajes grabados o superponer consignas, alterar epitafios ya archivados y colgarlos en sitios estratégicos por fuera del WDLM— palidece junto a nuestra última intervención. El impacto global de nuestro mensaje en el .epi anterior supera cualquier otra de nuestras acciones hasta la fecha. Hoy todo el planeta habla de Oktubre. Debemos difundir el resto de nuestro mensaje. Escúchenos, y si luego nos queda tiempo antes de la contraofensiva del Paladión, podremos salvar las dudas que le queden.

Clement asiente y calla, se resigna a seguir el juego. El lobo retoma su discurso.

Ciudadanos: la vez pasada mencionamos el gran negocio de Eribea. ¿Cómo puede ser rentable el mantenimiento de una prisión así? Sólo puede ser puro déficit: mantener a doce hombres en las condiciones por todos conocidas tiene un costo obsceno.  ¿Qué interés real hay detrás de todo esto?

Oktubre tiene la respuesta: el interés de nuestros vecinos del norte. Washington no nos hubiera provisto de la tecnología necesaria para llevar adelante la construcción de Eribea si no pensaran obtener un beneficio a cambio. La relocalización de Eribea no ha sido más que una exitosa joint-venture entre los sectores más poderosos del Cono Sur y la Casa Blanca. Los Estados Unidos no han querido perder su liderazgo en la carrera genética. Llegados tempranamente al punto de desarrollo que calculaban tener para dentro de diez años, se han encontrado con trabas de orden ético-ideológico promulgadas por la comunidad internacional, objeciones por todos conocidas, y que les impiden blanquear su producción. Sólo les quedaba experimentar en la oscuridad, pero ¿dónde esconderse en el mundo de hoy? Ni siquiera la Antártida es un buen lugar para una base clandestina de clonación experimental.

Ésta es la primicia que hoy les trae Oktubre, ciudadanos. El tratado intercontinental para la supuesta extracción de Helio-3 en estado sólido resultó la excusa perfecta. Un avance al que nadie se opondría, vista la nueva ansiedad mundial por obtener energía mediante la fusión nuclear. Las asociaciones ambientalistas que tanto protestan por la destrucción indiscriminada del suelo lunar harían bien en anteponer a sus reclamos el siguiente detalle: los Mineros que Estados Unidos está enviando a la Luna para sacar el Helio-3 no son humanos. O lo son pero sólo en parte, según cuál teoría se suscriba.

En los últimos quince años despegaron desde Florida sólo tres misiones tripuladas: es imposible que con esos pocos hombres se pudiera extraer la cantidad de material importado a la Tierra hasta la fecha. El gran aumento en la productividad energética del reactor termonuclear en el desierto de Moab indica un uso mucho mayor de Helio-3: es evidente que en la Luna hay mineros extra haciendo el trabajo duro. “Maquinaria y robots”, dicen ellos, pero Oktubre sabe la verdad, porque a Oktubre ningún vallado informático se le resiste.

Queremos que el mundo lo sepa: la cancelación del proyecto Eribea en la Antártida y su posterior mudanza no fueron —como se adujo— “para extremar las medidas de seguridad”, sino por presión del Departamento de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos. El fichero del “Experimento de Reclusión Intensiva en la Base Extracontinental de las Américas” cambió de nombre interno: para el mundo sigue siendo Eribea, pero en la comunicación secreta de los estados involucrados ese nombre comenzó a referirse a “Estadio de Reclusión Intensiva en la Base Espacial de las Américas”. ¿Por qué aumentar su presupuesto tan drásticamente? La razón es muy sencilla: el satélite de avanzada en el que ahora orbitan los doce condenados sirve además a otro fin secreto. Es la parada obligada en la ruta de Mineros que Estados Unidos hace a escondidas del mundo, con la connivencia de la UNaSur. Una posta de ensamblaje genético, ni más ni menos.

El lobo continúa dando varias direcciones de Supranet desde las que se pueden descargar cientos de exabytes con pruebas que avalan su reciente declaración.

¿Satélite?, dice Clement. La voz se le ahoga.

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